Gadamer Hermeneutica Inteligencia Artificial IA AI - Fernando Vega

I. Preámbulo: entre el éxito técnico y el empobrecimiento ontológico

En los últimos años, hemos asistido a una intensificación sin precedentes en el desarrollo y aplicación de sistemas de inteligencia artificial orientados al procesamiento y generación de lenguaje natural. Entre las tecnologías que sustentan este auge, los llamados embeddings ocupan un lugar axial: vectores de representación semántica construidos mediante el análisis estadístico de grandes corpus textuales, los cuales permiten a los modelos computacionales operar sobre palabras, frases o conceptos como si se tratase de entidades geométricas. La eficacia empírica de estos sistemas es innegable. Modelos como GPT, entrenados sobre billones de palabras, no sólo predicen con notable precisión la siguiente unidad lingüística en una secuencia dada, sino que logran producir enunciados que simulan una forma de inteligibilidad contextualizada.

Sin embargo, el éxito técnico de los embeddings no resuelve —sino que más bien desplaza— una cuestión epistemológica y ontológica fundamental: ¿qué clase de comprensión del lenguaje, y por extensión del mundo, está en juego en esta tecnología? ¿Bajo qué supuestos epistemológicos se construye esta representación del sentido? ¿Y qué ocurre con las formas tradicionales de interpretación cuando son sustituidas por operaciones de correlación matemática?

Estas preguntas, lejos de pertenecer al registro retórico o nostálgico, deben inscribirse en el núcleo del debate sobre la racionalidad técnica contemporánea. En este texto, sostendré que la arquitectura misma de los embeddings supone una reducción ontosemántica de lo lingüístico que entra en contradicción estructural con los principios fundamentales de la hermenéutica filosófica, particularmente en su formulación gadameriana. Más aún: sostendré que dicha contradicción no es superficial ni meramente disciplinaria, sino que afecta el estatuto mismo de la comprensión, la historicidad del sentido y la relación entre lenguaje, mundo y alteridad.


II. Técnica estadística y epistemología del lenguaje: fundamentos de una representación

La tecnología de embeddings parte de una premisa distribuida en la tradición empirista del análisis del lenguaje: que el significado de una unidad lingüística puede ser inferido a partir de los contextos de uso en los que aparece. La hipótesis distribucional, formulada tempranamente por Firth y desarrollada posteriormente por Harris y otros lingüistas computacionales, establece que las palabras que aparecen en entornos sintáctico-semánticos similares poseen significados similares. Esta premisa, operacionalizada mediante técnicas de machine learning, permite construir espacios vectoriales en los cuales las unidades léxicas se representan como puntos cuyas coordenadas son determinadas por la frecuencia y coocurrencia de dichas unidades en corpus de entrenamiento masivos.

Desde el punto de vista técnico, el procedimiento consiste en transformar el lenguaje en matrices de relaciones estadísticas, sobre las cuales se aplican algoritmos que optimizan distancias semánticas en espacios de alta dimensionalidad. El resultado no es una interpretación, sino una distribución. No un juicio, sino una posición vectorial. La semántica así obtenida no es intencional ni contextual en el sentido fuerte del término, sino relacional y estadística.

Lo notable, y a la vez inquietante, es que esta operación produce resultados funcionales sorprendentes. La máquina no “sabe” lo que dice, pero produce respuestas que parecen estar dotadas de sentido.

Este fenómeno plantea un problema crucial:

La técnica ha logrado simular algunas funciones del lenguaje humano sin necesidad de participar en las condiciones existenciales, temporales y dialógicas que, para la tradición hermenéutica, constituyen el marco ineludible de toda comprensión significativa.


III. Comprensión sin horizonte: la exclusión de la hermenéutica

Hans-Georg Gadamer, en Verdad y Método, elabora una teoría de la comprensión que se opone radicalmente a toda concepción instrumental del lenguaje. En su perspectiva, comprender un texto no es decodificar un mensaje ni identificar una intención autoral, sino participar en una tradición interpretativa viva, en la que se da una fusión de horizontes entre el lector y el texto. Este proceso es indisociable de la historicidad del sujeto, de su pertenencia a una temporalidad concreta, y de la conciencia de sus propios prejuicios (Vorurteile) como condiciones de acceso al sentido.

La arquitectura de los embeddings, por el contrario, excluye sistemáticamente todos estos elementos. Su forma de “comprensión” no sólo prescinde del diálogo, la temporalidad y la tradición, sino que los reemplaza por una forma de inmanencia estadística que borra la alteridad del texto y la transforma en pura correlación. El embedding no comprende porque no tiene mundo; opera sobre la base de patrones internalizados, no sobre un proceso reflexivo de interpretación. Carece de historicidad, de apertura, de conflicto hermenéutico.

Más aún, al naturalizar esta operación como forma legítima de manejo del sentido, se genera una confusión peligrosa: se transfiere a las máquinas un estatuto de inteligibilidad que en realidad pertenece al orden del simulacro. En vez de interpretación, tenemos predicción. En vez de fusión de horizontes, tenemos reducción vectorial.


IV. La negación de la Wirkungsgeschichte: lenguaje sin historia, textos sin tradición

Uno de los aportes más originales de Gadamer a la teoría hermenéutica es su noción de Wirkungsgeschichte (historia de los efectos):

La idea de que todo texto está inmerso en una cadena de interpretaciones que lo modifican, lo resignifican, lo cargan de temporalidad. Comprender un texto es insertarse en esa historia efectiva, no acceder a un significado original o esencial.

Los embeddings, al operar sobre grandes corpus indiferenciados, tienden a borrar esta historicidad. En lugar de captar la diacronía del sentido, generan vectores estabilizados que promedian los usos diversos y conflictivos de los términos. Así, conceptos como democracia, naturaleza o memoria son fijados en coordenadas estadísticas que ignoran —cuando no distorsionan— su inscripción política, histórica y cultural.

La operación resulta doblemente problemática: no sólo se pierde la densidad histórica del lenguaje, sino que se consolida una epistemología implícita según la cual el sentido es algo que puede calcularse, optimizarse, incluso poseerse, en lugar de algo que se negocia, se disputa y se vive.


V. Polisemia anulada, ambigüedad neutralizada: el cierre estadístico del sentido

La hermenéutica, particularmente en sus vertientes literarias y filosóficas, ha insistido en la productividad de la ambigüedad, en la riqueza de la polisemia, en la potencia del equívoco. Lejos de ser defectos, estas características son lo que hace del lenguaje un fenómeno irreductible al cálculo.

Los embeddings, sin embargo, tienden a desactivar esta pluralidad semántica. Incluso los modelos contextuales más avanzados, como BERT o GPT-4, privilegian la interpretación más probable estadísticamente, no la más significativa cultural o existencialmente. El resultado es una forma de lectura que tiende al cierre, a la resolución prematura, a la clausura del sentido bajo el signo de la eficiencia.

Esta tendencia se vuelve particularmente peligrosa cuando se aplica a textos filosóficos, literarios o jurídicos, en los cuales la ambigüedad es constitutiva. Automatizar su interpretación es, en última instancia, reificar el sentido, convertirlo en dato y cancelar su apertura.


VI. Conclusión: simulacro de comprensión y pereza hermenéutica

El despliegue de los embeddings como instrumentos de interpretación textual pone en evidencia una mutación más amplia en las condiciones contemporáneas de producción de sentido. La comprensión se redefine como predicción, el lenguaje como estadística, y la lectura como operación técnica. Frente a esta mutación, la hermenéutica no puede limitarse a una defensa nostálgica de lo humano. Debe plantear una crítica radical de los supuestos ontológicos que sustentan estas tecnologías.

Gadamer nos ofrece herramientas para esta crítica: su concepción de la comprensión como fusión de horizontes, su reivindicación del prejuicio como estructura anticipatoria, su insistencia en la historicidad del sentido, y su desconfianza frente a toda objetivación técnica del lenguaje. Releer a Gadamer en tiempos de embeddings no es un ejercicio de erudición, sino una exigencia teórica urgente.

En última instancia, la pregunta no es si las máquinas pueden “comprender” como los humanos, sino si nosotros mismos estamos dispuestos a seguir comprendiendo, o si preferimos externalizar ese esfuerzo en nombre de una eficiencia que, al eliminar la alteridad del lenguaje, elimina también nuestra responsabilidad ante él.


VII. Interrogaciones abiertas: hacia una hermenéutica del presente técnico

Si algo nos ha legado la hermenéutica filosófica es la convicción de que la comprensión no es la culminación de un proceso, sino su apertura constante. Comprender es siempre comprender desde un lugar, y ese lugar es tanto histórico como corporal, tanto lingüístico como existencial.

En este sentido, el problema que los embeddings plantean no puede resolverse con una refutación técnica ni con una nostalgia humanista. Requiere de una interrogación sostenida, que sepa convivir con la ambigüedad, con lo irresuelto, con lo que todavía no se ha pensado del todo.

Por eso, lejos de cerrar con una conclusión, es necesario intensificar la pregunta. No para denunciar, sino para seguir desplegando los pliegues ontológicos y epistémicos que esta tecnología nos obliga a pensar. En lugar de exigir respuestas definitivas, cabe aquí invitar —como lo haría Gadamer— a un ejercicio de pensamiento que sepa demorarse, que no renuncie al misterio del lenguaje ni a la dignidad de la interpretación.

A quienes trabajan desde la filosofía, la antropología, la filología, la sociología del conocimiento o los estudios críticos del lenguaje, corresponde no ceder tan fácilmente al imperativo de la eficiencia ni al prestigio acrítico de la técnica. Lo que está en juego no es simplemente una herramienta más, sino una forma de imaginar qué es interpretar, qué es comprender, y qué lugar ocupa el ser humano en ese proceso.

En ese espíritu, propongo algunas preguntas que no buscan ser respondidas, sino habitadas:

  • ¿Qué tipo de “comprensión” emerge cuando el lenguaje es reducido a vectores y el sentido a coocurrencias?

  • ¿Puede una arquitectura computacional, por más sofisticada que sea, participar de una Wirkungsgeschichte sin estar situada en un horizonte histórico-cultural?

  • ¿Qué ocurre con la dimensión silenciosa del texto —lo implícito, lo aludido, lo no dicho— cuando sólo se capturan frecuencias explícitas?

  • ¿Es posible una hermenéutica algorítmica que no traicione la alteridad del lenguaje, sino que la sostenga?

  • ¿Qué responsabilidad ética implica el uso masivo de tecnologías que interpretan sin cuerpo, sin mundo, sin conciencia de sí?

  • ¿Cómo se transforma la figura del lector cuando delegamos la interpretación a un sistema que opera fuera del conflicto hermenéutico?

  • ¿Puede la hermenéutica filosófica dialogar críticamente con la ciencia de datos sin perder su especificidad?

  • ¿Qué significa “leer” en un mundo donde leer se ha convertido en procesar?


Gracias por leer “Crítica Hermenéutica a la Inteligencia Artificial desde Gadamer”.

Fernando Vega Riveros

 

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